El pasado sábado 1 de febrero, en el sector el Naranjal, centro - occidente de la ciudad de Medellín, Carlos Arturo se encontraba en su lugar de trabajo, donde se desempeñaba como lavador de carros. Siendo las 12 y 30 pm de la tarde aproximadamente, fue impactado por cuatro disparos, que al parecer fueron propinados desde una moto, estos alcanzaron su pecho y su cabeza causándole la muerte de inmediato.
En total, ya son cinco los miembros asesinados de la familia de Ana Fabricia Cordóba.
Violencia y Persecución
Carlos Mario Ospina, fue asesinado en la masacre ocurrida el 12 de agosto de 1995 en Chigorodó y por amenazas emigraron al barrio La Cruz, de la comuna 3, en este sector fue asesinado en Julio de 2010 su otro hijo, Jonathan Arley de 17 años y un año más tarde asesinaron a Ana Fabricia Cordóba el 7 de junio de 2011; posteriormente, en agosto de 2013 Dalmiro Ospina esposo y padre de las víctimas, fallece como consecuencia del dolor, de la impotencia, de la indefensión. Tal como lo presagiaba la misma Ana Fabricia cuando expresaba: “quieren acabar con mi familia, desintegrarla, desmembrarla, fragmentarla, romperla, rasgarla, aniquilarla”. En afirmar esto, ella no sé equivoco, el pasado 1 de febrero del año en curso la violencia también le arrebata la vida a su hijo Carlos Arturo.
Que podremos pensar y decir las mujeres en un país indolente ante el horror de la guerra y la barbarie que se ensaña contra nosotras al asesinar a nuestros hijos, hermanos, esposos, novios, padres, como es el caso de la familia de Ana Fabricia, que se desintegra, se rasga y se rompe, sin hallar respuestas a sus preguntas y solución a la hostilidad.
La Ruta Pacífica expresa su No rotundo a la guerra, pero especialmente exige que se den garantías para la NO repetición de estos hechos, que se llevan vidas indefensas como la de Ana, quien nunca dejo de exigir el respeto a la vida y el derecho a la verdad. Hoy pedimos se nos dé a conocer en qué estado se encuentra la investigación sobre la muerte de esta lideresa y que se de pronto inicio a la de su hijo para que no se quede en la impunidad.
Exigimos que se desactiven los mecanismos que refuerzan y reproducen todas las guerras y violencias. Violencias que germinan en la cotidianidad de la existencia, en los espacios de las relaciones interpersonales, familiares, grupales y sociales.
Las mujeres no queremos que nuestros hijos hagan parte de ninguna guerra. No queremos que maten o mueran en nombre de ningún ejército. Queremos que crezcan y se formen en una sociedad antiguerrerista, pacifista, no violenta.
“Las mujeres no parimos hijos e hijas para la guerra”